Se llama Jack Peñate y tiene un peinado loco que me hace acordar a P., el flequillo recostado de manera idéntica sobre la frente. No sé bien por qué, pero también puedo imaginarme a P. con una camisa a cuadros como la que sacude Jack mientras salta como si tuviéramos seis años y el mundo es una cama y encima estamos escuchando Split at stars. Le quedaría simpática una camisa así a P.
Tengo que presentarlos, tengo que decirle a P. que escuche algo de este tipo. Y es que como si fuera poco la guitarra tiene la misma inocencia que en las canciones de su banda, recién adolescencia, hiper maquillaje para ir a una fiesta con onda.
Todo lo que se de Jack Peñate es que hace música que te divierte, que te dan ganas de rayar todas las paredes de la casa mientras ahora nos hacemos los funky sobre el jueguito de acordes al principio de Got my favourite.
So funny, Jack. Música para ser feliz.
El disco se llama Matinée y es justamente eso, las noches que apagábamos las luces y había que apurarse y bailar la vida porque nos volvíamos temprano, a la una, a las dos con suerte, y eso siempre es tan poco cuando teníamos doce años, menos, y estás cagado hasta las patas para darle un beso a una chica.
Ahora parece que Jack va a bajar un poco los decibeles, pero es solamente un poco y ni nos damos cuenta.
Torn on the platform empieza con tu sarcasmo infantil: que la perdiste pero en realidad la querías. Una pausa y el estallido de esa guitarra es cuando ya te estás riendo de nuevo con todos.
Estamos en la parte que más me gusta del disco. Cuando pase eso no puedo escucharte si me hablás, voy a estar dando vueltas en un Universo mío.
Por como venían las cosas, preparate, porque Learning lines te va a sorprender. ¿También hacés soul, Jack?. Te va a hacer acordar un poco a Jamiroquai.
Y es el momento de la fiesta en que buscás protagonismo poniendo ese tema, estás ahí escuchándolo entero, solamente vos lo conocés de memoria. Querés que las chicas vean que te gusta la música, te hacés el canchero y no te das cuenta de lo artificial de tu postura. Sin embargo, no es mentira cuando creés que música y seducción no pueden ser cosas tan distintas.
Run for your life es la parte en que nos acordamos -tenemos doce años y ya nos acordamos- de una vez que nos escapamos de algo, de alguien. En esa época siempre nos escapábamos. Nos divertía. La forma en que traemos la anécdota es igual a la velocidad con que corrimos aquella tarde. Que lindo que era correr.
Y ahora si nos calmamos un poco. Hace calor y si bailaste mucho da ganas de sentarse un rato y tomar algo. Te servís un poco de coca en un vaso blanco de plástico y mientras pensás vasito de fiesta empieza a sonar We will be here y ahí tan quieto también sos más vulnerable y quizá, aunque sea mínimamente, hasta comprendés que lo que sentís es el dolor que te tatuó el No.
En ese momento, Made of codes y My Ivonne son los dos extremos por los que oscila tu estado de ánimo.
La forma en que te recomponés por segunda vez es la historia que tuviste con otra mina, la facilidad y cierta gracia con la que ahora te acordás de que nunca iba a darte bola. Second, minute or hour es la forma en que te reís de eso y estás bien de nuevo. Ya estás bien de nuevo.
Y venís de vuelta para cuando el reloj te hace una mueca que es, en cierta forma, la primera vez que tenés noticias de la muerte. La fiesta se tiñe de una atmósfera de Fin anticipado y la sensación de detenimiento es mayor cuando en ella percibís un tipo raro de brusquedad, de violencia. El clima es muy When we die, una tranquilidad a donde se hibridan la belleza de lo que pasó y el gusto a muerte que pueden tener las luces prendidas en una fiesta a las dos de la mañana cuando teníamos doce años, menos.
Para cuando tu vieja te esté llevando a casa, Jack Peñate va a aparecer nuevamente, tocando otro soul increíble. Éste seguro debe hablar de irse. Como Jack es un payaso, como para él nada es lo suficientemente serio, juega a esconderlo al final del disco, cuando creés que no queda más nada, cuando te acordás de algo que alguien te dijo en la fiesta y se te dibuja una sonrisa que no tiene ningún reparo en descansar sobre tu cara.